El Coloso del Bicentenario es Benjamín Argumedo

El Coloso del Bicentenario es Benjamín Argumedo

Por Silvia Meave

Ya se acabó Benjamín,
Ya no lo oirán mentar.
Ya está al juzgado de Dios
Ya su alma fue a descansar…

Vi por primera vez a Juan Carlos Canfield, un escultor avecindado en el estado de Morelos y dedicado a hacer obras por encargo, en una entrevista difundida en Agosto 2010 en el noticiario de OnceTV, la televisora del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Ahí, el escultor presentó lo que sin duda es la obra cumbre de su carrera, elaborada ex profeso para la fiesta del Bi-Centenario “oficial” de México que tuvo lugar en la Plaza de la Constitución o Zócalo de la capital del país.

Canfield dijo entonces que la escultura en la que estaba trabajando se llamaba “El Coloso” y que no representaba a ninguno de los héroes mexicanos reconocidos del panteón institucional porque el gobierno federal quería exaltar la esencia del pueblo que había participado tanto en la gesta de Independencia como en la Revolución.

benjamin-argumedoA pregunta expresa, Canfield, un poco dubitativo, pronunció el nombre de la persona en la que se había inspirado “El Coloso”: Benjamín Argumedo, quien ̶ según el escultor ̶ era uno de tantos héroes de la Revolución Mexicana cuyo nombre se había perdido entre las hojas de los libros de la historia oficial…

Y en ese punto Canfield comenzó a divagar ante la cámara y no logró dar una explicación simple del por qué elegir a Argumedo, mezclar las efemérides ̶ (¿acaso no habrá festejos el próximo 20 de Noviembre?) ̶ y negar la obligada exaltación de los “clásicos” del Bicentenario histórico (Hidalgo, Morelos, Allende, Mina, doña Josefa, Leona Vicario y una larga lista de etcéteras), que el sentido común de cualquier mexicano patriota señalaría como los indispensables de las fiestas patrias del 15 y 16 de Septiembre.

En automático, mi instinto analítico de contenidos (es a lo que me dedico desde hace dos décadas) encendió una señal de alerta sobre el mensaje sorpresa que daría el gobierno federal a la ciudadanía durante la celebración de las fiestas del Bicentenario de la Independencia: Era evidente que el escultor Canfield ̶ como los pilotos que arrojaron las bombas atómicas de la Segunda Guerra Mundial ̶ no tenía la menor idea de la naturaleza de la obra en la que él estaba trabajando y mucho menos entendía que no hay en el mundo funcionario público que actúe sin malicia política.

Así, Canfield, en apariencia un hábil escultor sin una trayectoria artística reconocida, se convirtió ̶ como hubiese dicho Karl Marx ̶ ̶ en el tonto útil del régimen, en el emisario prescindible de un mensaje que sólo habría de ser descifrado por sus destinatarios, entre los que, desde luego, no se encontraban los ciudadanos de a pie.

Canfield evidenció en esa breve entrevista que sabe poco o nada de historia de México; de otro modo se hubiera inventado a tiempo un cuento inteligente sobre su Coloso y no se hubiera esforzado en enfatizar el valor de la espada rota, arquetipo del fracaso, que portó el monigote que presuntamente habría de representar al pueblo mexicano. Menos habría destacado que el personaje “estrella” de la fiesta bicentenaria era un militar disfrazado de paisano.

Quedó claro, en cambio, que la decisión de “alguien” en el gobierno federal, de elevar a Benjamín Argumedo al rango de héroe nacional, iba más allá de la evocación de un corrido revolucionario, y por eso en Cálamo & Alquimia® decidimos sacar al Robert Langdon con huaraches y sombrero zapatista que llevamos en cada uno de nosotros e invocamos a Ernst Cassirer para intentar entender qué diablos pretendía el presidente del Bi-Centenario, Felipe Calderón Hinojosa, al erigir a mitad de la máxima plaza cívica de México la oscura leyenda de Benjamín Argumedo, anacrónicamente engrandecido en el Día de la Independencia.

Peor aún que el 18 de Septiembre Juan Carlos Canfield intentaba salir airoso de un entuerto histórico, pero sobre todo histérico, por las múltiples críticas que generó su adefesio escultórico, y se justificaba en Twitter: “Mi objetivo: crear un profundo impacto, una sola escultura, una sola oportunidad, Nunca fue B.A. [sic que se refiere a Benjamín Argumedo, por supuesto] en mi taller, solo El Coloso, se logró?” (sic).

A Benjamín Argumedo se le recuerda como un “chaquetero” (que conste: así se llama en el argot político mexicano a quienes cambian de bando según sople el viento); pero sobre todo por traidor a la Revolución. Fue un militar porfirista que se infiltró en las huestes villistas como quintacolumna y luego se integró al gobierno del golpista Victoriano Huerta, asesino del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez.

Bien se dice que quien a hierro mata, a hierro muere y el caso de Benjamín Argumedo no fue diferente. Murió fusilado en Durango por los carrancistas del noreste mexicano, encabezados por Francisco Murguía.

Puesto que esto es un ensayo periodístico y no un reportaje en forma, imaginaremos, para no pensar mal y acertar, que el actor y director de teatro Jorge Arturo Vargas, a quien se presenta oficialmente como autor intelectual de la pifia escultórica del Bi-Centenario, es la reencarnación de Benjamín Argumedo en busca de un reconocimiento público inmerecido.

Vargas, intelectual orgánico del Sistema Nacional de Creadores, es originario de Durango y si, en el mejor de los casos, de verdad fue quien decidió llevar la efigie gigante de Argumedo al Zócalo capitalino, puso de manifiesto su visión del hombre pequeño que con un poco de poder rinde homenaje a sus fantasmas, cual si fueran grandes dioses.

Empero, lo relevante del caso es que Vargas exhibió la debilidad de la institución gubernamental en la construcción de su verdad oficial: A final de cuentas, todo gobierno tiene derecho a escribir su partecita de historia hasta en las acciones administrativas más simples y el régimen de Felipe Calderón, un mandatario que al cabo de cuatro años no acaba de legitimarse ante el electorado, selló su destino en la Historia por un carnaval pop con “coloso” incluido, al que redujo la conmemoración nacional más importante en un siglo.

Desde la óptica de analistas en Inteligencia Estratégica de Estado consultados por Cálamo & Alquimia®, “El Coloso” del Bi-Centenario, si no fue el monumento a la estupidez de funcionarios incapaces que dejaron pasar el capricho pueblerino de un bufón de la Corte empoderado, entonces resulta que la presentación anacrónica de Benjamín Argumedo en la fiesta del Grito de Independencia sería un mensaje político inquietante que no debe desdeñarse ni por los poderes del Estado, ni por los partidos y mucho menos por el pueblo convertido en sociedad civil.

Vargas es un director teatral fascinado con las obras en las que los personajes sucumben al crimen. Le gusta dirigir obras donde aparecen militares que traicionan, que son golpistas o que terminan uniéndose a criminales. El director teatral duranguense reconoce que ha sido seducido por personajes como “Agapito Treviño, un bandido que vivió durante la época de la intervención norteamericana” y, como ya vimos, por Benjamín Argumedo.

El militar Woyzeck de Georg Büchner; la sombra de Pinochet en “La Sangre” de Lars Norén, o “El Censor” de Anthony Neilson, que juega con el tema de la autoridad sobajada, son algunos de los perfiles que pueblan el interés teatral de Jorge Arturo Vargas. Así: ¿Por qué elegir a un director teatral fanático de los dramaturgos de la insania mental, en lugar de a un buen historiador, para llevar a cabo la construcción simbólica de las festividades del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución?

¿Quién permitió que Benjamín Argumedo, un oscuro rebelde sin causa que en sus tiempos dominó una región geográfica cuyo control hoy se disputan los cárteles del narcotráfico, se convirtiera en el centro de la fiesta bicentenaria?

benjaminargumedocoloso-2¿Por qué Canfield borró la información en su sitio web que citaba a Benjamín Argumedo como el héroe desconocido que inspiraba su obra?

¿Por qué el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, negó reiteradamente la identidad del ya célebre Coloso, que permaneció en el sitio web de Canfield por lo menos desde un mes antes de los festejos y minimizó la polémica pública?

Nadie puede censurar, y quizá nadie se atrevería a hacerlo, que el actor Antonio Aguilar, a finales de la década de los 70s, hubiese retomado la historia de Benjamín Argumedo para hacer una de sus películas más famosas. Tampoco se puede criticar que Los Pingüinos del Norte incluyan en su repertorio los corridos “Las Mañanitas de Benjamín Argumedo” y “El fusilamiento de Benjamín Argumedo”, pues ambas canciones forman parte del acervo de la cultura popular en la frontera binacional.

Sin embargo, la decisión gubernamental de sacar del fango histórico a un personaje de reputación cuestionable para presidir la gran celebración de varias generaciones, adquiere en todo momento una connotación política, donde el presente se mira en el espejo de la historia.

Si Andrés Manuel López Obrador eligió en 2006 al águila juarista como su nagual político y ha hecho de su lucha política una evocación del propio Benito Juárez, el presidente itinerante que aguardó su momento para consolidar su concepto de nación a través de uno de los gobiernos más fuertes que ha tenido México en 200 años; Calderón Hinojosa ̶̶ o sus personeros ̶ hicieron la elección más desafortunada de un alter ego histórico para trascender.

Alguien en la organización del festejo Bi-Centenario, muy parecido en estructura al desfile que todas las tardes se lleva a cabo en Disneyland con los personajes del parque de diversiones y que culmina frente al castillo de la Cenicienta con una lluvia de fuegos artificiales, subestimó la inteligencia del pueblo mexicano y apostó al mito de la ignorancia histórica de las masas.

Pocos sabíamos que Benjamín Argumedo sería la estrella del carnaval gubernamental. Entonces, en cadena nacional, primero vino del desconcierto en torno a la identidad del monote bigotón que se levantó en el Zócalo; pero más tarde, la ira popular saturó el ambiente ante lo que se entendió como la burla de un gobierno cuya legitimidad electoral se cuestiona constantemente, al igual que la calidad heróica de Argumedo.

Argumedo tiene una legión de seguidores, sobre todo en el norte de México; pero algunas fuentes de la región aseguran que de siempre fue héroe de bandoleros, un oportunista que no reconocía más ley que la suya, perdedor obstinado, xenófobo (mató a todos los chinos que vivían en Torreón) y, según uno de los corridos que llevan su nombre, a la hora que lo fusilaron no fue tan valiente como él mismo “faroleaba”, ya para decirlo en mexicano.

Ése es el héroe del Bi-Centenario del gobierno en turno. No pasó inadvertido para analistas de Inteligencia Estratégica más allá de las fronteras, los cuales especulan que el monigote llamado “El Coloso” pudo ser un mensaje cifrado de los organizadores del evento para algún grupo de poder fáctico dentro o fuera del país ó, inclusive, formar parte de algún ritual al estilo Conferencia de Bilderberg.

Antes de la celebración, Canfield, optimista, preveía que su coloso se pusiera “dentro de un gran espacio y apostamos a que se decida reconstruirla en algún material como concreto, hormigón o bronce, como pieza conmemorativa del Bicentenario”. Un día después del carnaval “El Coloso” se arrumbó en un terreno de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y es improbable que, después del escándalo, alguien en el gobierno federal quiera rescatarlo con los tiempos electorales a la vuelta de la esquina, en los que el inconsciente colectivo deja entrever que los setenta años de dictadura perfecta revolucionaria, encarnados hoy en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), fueron mejores para la gente que la democracia derechista.

Argumedo: Te Voy a Cambiar el Nombre para Guardar el Secreto

Si los organizadores del performance que incluía la erección de “El Coloso” de las fiestas del Bi-Centenario mexicano en plena Plaza de la Constitución acompañaron a la efigie elaborada por el escultor Juan Carlos Canfield con algún tema musical, seguramente no hicieron la elección adecuada. Debieron haber abierto el espectáculo del levantamiento del “héroe” Benjamín Argumedo con esa canción que dice: “Te voy a cambiar el nombre, para guardar el secreto, porque te amo y me amas y a alguien debemos respeto”…

No hay duda de que los creadores de “El Coloso” Benjamín Argumedo le deben respeto a alguien (que no es el pueblo mexicano, desde luego) porque prefirieron el escarnio público para la posteridad, antes que reconocer que el símbolo del Bi-Centenario de México es, simplemente, la traición. ¡¡Oh bendita web, que nos permites corregir contenidos y reinventar la historia!!… A continuación se publican en este espacio algunas imágenes que aparecieron originalmente en el sitio www.casacanfield.com, incluyendo un breve texto de Jorge Arturo Vargas como descripción de la figura, “una ruina” que se quiso rescatar, reconstruir y revivir en el presente.

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“La segunda fase [del desfile sobre Revolución en la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, organizada por el gobierno federal mexicano] está conformada por trabajadores que transportan una ruina. Se trata de un coloso, un arcano desenterrado que es transportado para ser rescatado, para ser reconstruido y vuelto al presente.”

Te invitamos a comparar, sólo por curiosidad, lo que hay aquí con la versión actual de la página titulada: Escultura Monumental EL COLOSO BICENTENARIO Escultor Mexicano Juan Carlos Canfield Zapata, en la que hay algo que parece una nota aclaratoria (en mi pueblo dicen que “aclaración no pedida, acusación manifiesta”), que ya juzgará cada visitante y también la Historia.

Canfield invoca su derecho a la libertad de expresión al diseñar al héroe del Bi-Centenario de Felipe Calderón y equipara a su monigote con El Coloso de Rodas o el Guernica de Picasso y pretende convencernos de su buena intención y gran creatividad con la narración de la resurrección de Benjamín Argumedo en el evento del 15 de Septiembre 2010, que se hizo en Univisión, cadena televisora establecida en Miami, en los Estados Unidos. Ω

Silvia Meave es periodista y escritora. Actualmente Directora General y Editorial de TribuAmericas CommContents, Ltd. y colaboradora de Examiner.com, entre otras publicaciones.
Imágenes:
www.casacanfield.com
University of Texas (College of Liberal Arts)
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